martes, 3 de septiembre de 2013

Destino, el infierno.





Hacía años que no pasaba por aquí…Miento, tan solo meses atrás contuve una enfermedad, aquella me atrajo a volver. El abismo de las sombras, un cruel tormento, día y noche, entre otras,…paz total.

Tanto fue el engaño y error cometido por mis predecesores que el único camino a poder elegir era cada vez el más oscuro y tormentoso.


Sin embargo, nada había cambiado. Los mismo arboles de antaño, encimas milenarias, hiedras venenosas que bañaban las paredes del inmenso castillo, el cual no hace mucho era mi hogar.



Un lugar de ensueño, un paraíso para muchos…¿Para mí?...No, para mí no era el paraíso.


De éste fui echada no hacía muchas horas, un largo y bonito cuento parecía haber llegado a su fin. Ahora, sin encontrar otro lugar en el cual esconderme, volvía a mis bases. 



Caminaba por los jardines, por los patios traseros e interiores, a sabiendas de todas las salas ocultas, del lago subterráneo, de las tuberías de piedras e infinidad de detalles que en otro momento estuvieron cubiertos de sangre de seres mágicos.

A mi encuentro por el décimo pasillo que cruzaba hasta llegar a la torre del norte, se apareció ante mí la viva imagen del diablo.

-¿Es posible volver  a las bases? En tu caso, mi niña, todo es imposible.
-Silencio.

Mandando callar a uno de los “profesores” que hace cuatro años atrás la expulsaron por acarrear todas las culpas de un suceso que se mantiene en el anonimato, continuó con su camino hacia su refugio.

El camino se fue estrechando, el suelo acabó por ser piedra de décadas, estaba cada vez menos iluminado, a su vez, cambiaba la electricidad por antorchas que en su interior, el fuego era tan rojo y vivo como las llamaradas del infierno.


Al final de las escaleras, una gran puerta daba por acabada la caminata. Era temprano pero estaba cansada, aun con ello, seguía sin poder dormir por mucho que lo intentara. Sacando una llave antigua, abrió el portón, entrando a su antigua habitación. 




Tenía claro que nadie había estado allí hacía tres años y medio, por tanto, lo primero que había hecho, era una buena limpieza general…Con lo poco que le gustaba…No tubo importancia. Tras acabar con los quehaceres, fue a echarse sobre la cama,  cuando sobre la repisa llena de libros, pergaminos y archivos que parecían sacados de un monasterio, vio su viejo diario.

Se acercó, lo abrió por el final y contó siete páginas…Benditos recuerdos…En él, escrito estaba el nombre del diablo.





Su querido amo, con el cual había pactado llegar a conseguir una felicidad estable, de la cual ningún lazo se rompiera. Por así decirlo, darle vida a su imaginación, volverla realidad.



Todo era inútil, si cerca hubo estado de lograrlo, ya lo estaba o había perdido. Cogió la hoja, el pacto con Lucifer no fue llevado a cavo…Podría tener un nuevo intento, el siguiente sería el definitivo…Pero era pronto, demasiado. Debía esperar, esperar a pactar con la propia vida, con la fecha exacta.
                     


Al cabo de cuatro o cinco horas, de vueltas y vueltas por la pequeña habitación, la cama, el suelo. La lectura no fue suficiente, necesitaba encontrarse, distraerse. Acabó por escuchar las gotas de lluvia chocando contra el ventanal. ¿Llovía? Realmente el cielo se puso a su favor mostrando su interior.

Cogiendo una pequeña chaqueta, salió, bajo a prisa las escaleras de la torre y paró. Tenía tres caminos a elegir. El primero que unía el castillo y la torre, el segundo que daba al patio centrar y otro más, uno oculto.
Ni se paró a pensarlo. Teniendo en claro que llovía, no iba a perder la oportunidad de descargarse en plena tormenta. Abrió una puerta oculta y la cruzó sin que nadie se diese cuenta.

Era a destacar que pocos se atrevían a ir por aquel pasillo hacia la torre debido a rumores sobre fantasmas, maleficios y que demonios lo habitaban. Para ser sinceros…no se equivocaban.

Anduvo por el  camino, ya era plena naturaleza lo que lo dominaba. Le resultaba extremadamente bello, aun más, cuando hubo visto la luna decreciente asomarse entre la tormenta.





Llovía, había luna, la naturaleza se sentía por cada poro de la piel y el cielo parecía estar en calma. Todo parecía perfecto.  Bueno, no todo, en su interior habían rayos y truenos, sin embargo, lo que mostraba era la cara opuesta.

¿De nuevo máscaras? Se preguntaba a sí sin dejar de caminar por el desfiladero, adentrándose en el bosque cercano. Qué más daba, si las tenía era por algo, con ellas podría protegerse, engañar y manipular, algo que tanto o más le gustaba.






Al rato de correr y alegrarse los sentidos con el olor a tierra mojada, llegó a un lado, era cerrado por un inmenso bosque, enorme, gigantesco, mágico…





Las flores, hojas y ramas secas que lo cubrían, era un velo para la mejor de todas las novias.


En un primer momento, en el acercamiento al agua, se paró a contemplar como las lágrimas del cielo se fusionaban con la calma del alma en la tierra y el mismo lago.

Una cama y la unión perfecta, pensó. Luego, tras descalzarse, se metió en el agua…Cierto es que no sabía nadar aun con ello no le importó meterse, “tumbarse” y quedar expuesta a la tormenta mientras su cuerpo era bañado por los rayos y la luz de luna.




Se quedó allí horas. Era de día cuando abrió los ojos encontrándose en la orilla. ¿Quién la había despertado de su sueño? Fijándose en que una chaqueta la cubría, agarró un poco la tela y volvió a cerrar los ojos.


-Dime que has sido tú…Si no, no quiero despertar.


Volvió a caer dormida.



 Escrito el 03/09/2013 

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